¿Cuál es mi esencia? – preguntó la joven.
Mira una flor y hallarás la respuesta – respondió el maestro.
Una pregunta concreta y profunda que surgió de la confusión de una joven, cuya respuesta fue escueta y aparentemente poco aclaratoria.
Unos segundos de silencio y desconcierto se hicieron eco en la inmensa pradera de camino al templo. Aquello a lo que no había prestado demasiada atención hasta ahora, resultó ser la clave de lo que más ansiaba descubrir. Y es curioso porque las flores habían estado en su casa desde bien pequeñita.
Fue su madre quien se hizo presente en esos instantes. Con el tacto de sus manos, con su entrega amorosa, y con sus palabras de aliento, su madre construía una hermosa “obra” a diario, daba vida, armonía y belleza a la casa a través del cuidado de las flores.
Pero, ¿qué tenía una flor en común con la joven?. Ella le miró a los ojos con cierto reparo y finalmente se atrevió a preguntar de nuevo.
Maestro, ¿y qué debo ver concretamente en la flor? – preguntó la joven.
Su delicadeza, su aroma, y la manera que tiene de expandirse y de mostrarse – respondió el maestro.
Entonces fue cuando la joven entendió que lo delicado de sí misma, su parte más sentida, sensible y que siempre había querido proteger y ocultar, era lo que debía mostrar en realidad si esa era su esencia. Que al igual que una flor armonizaba los lugares con su presencia, floreciendo hasta de lo más inhóspito y dejándose ver, así debía ella hacer lo mismo como ser humano.
El maestro escuchó los pensamientos de la joven y, antes de que ella dijera nada, paró su paso y le dijo:
Tu sensibilidad es similar a la que utiliza la propia naturaleza en forma de flor para relacionarse con su entorno e integrarse en él.
Y cogiéndole ambas manos de frente a ella añadió:
No te la niegues. Es lo más sagrado que hay en ti. Cuidarlo y venerarlo es lo que te hará libre del todo.
Esas palabras tomaron tal fuerza en la joven que hicieron brotar lágrimas llenas de verdad. Se dio cuenta que tal como su madre, su maestra, cuidaba a sus plantas con tanto mimo, así debía ella, como alumna, sentirse merecedora de ese amor para poder regar, compartir su esencia con el mundo y hacerlo crecer.
¿Cuál dirías que es el elemento de la naturaleza con el que podrías mimetizar tu esencia?
La esencia es una constante, algo perpetuo y lo más sagrado. Por eso es importante darse el tiempo para escuchar dentro de cada uno qué siembra es la que necesitamos nutrir y respetar a conciencia.
El Sol, me gusta ayudar, y con ello sacar esa muesca en la cara que denota felicidad.
La sonrisa y la energía que se genera con ella, es súper reconfortante para el que la muestra, como para el que la recibe.
Enma, gracias por tus palabras y tu aportación. El sol es la luz que nutre la vida. Estoy segura que iluminas muchos momentos y a muchas personas con tu energía y buena vibra. Sobre todo, que ese sol que hay en ti sea motivo para disfrutarlo tú misma y expresarlo libremente.
Un abrazo 🙂